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Prensa

Balerdi muestra en «Cruces y corazones» obras cargadas de simbolismo y crítica social

Juan Ramón Balerdi presenta en Geroa de Villabona, su pueblo natal, «Cruces y corazones», exposición en la que prevalecen los elementos que dan nombre a la muestra y en la que el autor realiza una crítica a la sociedad actual y a los valores que, en su opinión, están en decadencia. «Si todos aportáramos algo a lo común, esto sería muy diferente», asegura.

Una mala experiencia fue el detonante de que Juan Ramón Balerdi decidiera dejar de mostrar su obra durante una década. «Lo pasé muy mal, me sentí censurado porque me pusieron muchos obstáculos para mostrar mi trabajo como yo quería», cuenta el «creativo», como gusta definirse, villabonatarra. Doce años después vuelve con «Cruces y corazones», exposición que reúne una treintena de obras que Balerdi ha realizado durante los últimos 25 años y que pueden verse hasta el 6 de marzo en el espacio expositivo de Geroa, en Villabona.

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«Las cruces podrían ser el sufrimiento, y los corazones la bondad», desvela Balerdi, quien admite su atracción por el «mito de la crucifixión». «Me atrae, porque creo que la crucifixión nos la han cargado al género humano. Hay una pequeña crucifixión cada vez que el ser humano renuncia a cosas que desea, al razonar que no son buenas. Platón decía que la mayor de la conquista es sobre uno mismo, y creo que es cierto. Vivimos en una sociedad excesivamente consumista y poder elegir con inteligencia y renunciar a ciertas cosas tiene su recompensa», opina.

Sobre esa base gira toda la exposición, con pinturas y esculturas cargadas de simbolismo y crítica social en las que cada elemento -además de las cruces que aparecen en prácticamente todo los trabajos y los corazones, pueden verse estrellas, llaves, lanzas o ventanas- tiene «su porqué meditado», y su ubicación, según asegura Balerdi, también está pensada al milímetro. «Reflexiono mucho antes de añadir o suprimir cualquier elemento, porque todo tiene un sentido, una ubicación… Si no fuera así, la obra cambiaría completamente».

La trilogía de una vida

La obra más antigua que expone es de 1997 y, curiosamente, es la primera de una trilogía cuya tercera pieza acaba de terminar. Balerdi asegura que forman su obra más personal. «Tratan de la resurrección, la iluminación y la tragedia. Es mi vida», resume. Junto a ellas puede leerse la siguiente frase: «La trágica ignorancia que doblega el alma de las personas». «La frase es mía -explica-. Creo que por ignorancia o moda, caemos en una espiral de enfermedad y muerte muy importante. Durante los últimos años he leído mucha filosofía. Hay muchas preguntas y demandas que no sabía responderme a mí mismo y la filosofía me ha ayudado a interiorizar y aclarar todas esas preguntas que antes no recibían ninguna contestación por mi parte. No era feliz. Y, ahora, no es que sea feliz, porque vivimos en un mundo hostil y competitivo y creo estamos perdiendo nuestros orígenes, pero tengo esos momentos de gozo que me ayudan a seguir trabajando, viviendo y luchando».

El artista asegura que una obra nunca está terminada. Opina que siempre hay algo que incorporar o suprimir, y admite que sintió «un gran vacío» cuando decidió dar por finalizada la tercera obra de la trilogía: «Es que es mi vida, es el oxígeno puro que te llena los pulmones cuando subes al monte, y, después de terminarla, me sentí vació». Pese a esa sensación de vacío, asegura entender el arte como una liberación, porque «tendemos a guardar muy adentro lo que más daño nos hace o más feo nos parece, pero el subconsciente hace que vuelva a emerger. Cuando exteriorizas te liberas, terminas con esa lucha por querer tapar». Añade que la trilogía está enlazada con una cuarta obra «en memoria de mi generación; muchos tomamos heroína, muchos murieron, e hice una pequeña alegoría».

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La muestra está compuesta por varias piezas escultóricas y pinturas que integran materiales que Balerdi ha encontrado en la calle, como rejillas, cabezas de muñecas, monedas, chapas de bebidas o caparazones. Es el caso de «La peluquera del mundo». «Es la relación que para mí tendrían que tener las mujeres, más de cuidarse mutuamente. Aparece el patriarcado -dice señalando una parte de la obra-, pero siempre hay una llave, siempre hay una salida de las circunstancias. Yo digo que tengo vergüenza como hombre de la injusticia histórica y social que la mujer ha sufrido en sus carnes. Culpabilizan a la mujer hasta del pecado original y creo que tienen tanto miedo de reconocer realmente lo que es la mujer que se inventan millones de excusas para quitarle esa llave, y para quitárnosla también a los hombres. La mujer es un ser a descubrir».

El arte de emocionar

A Balerdi le valen cuatro palabras para definir el arte: amor, revolución, trabajo y espíritu. «Eso es el arte para mí. Creo que el arte no tiene que ser para el artista, tiene que ser para las personas, porque busca despertar las emociones y el pensamiento». Cuenta que por eso decidió volver a exponer, aunque se reconoce «más bien solitario» y a la hora de crear necesita enfrascarse en sus pensamientos, en su desván de Villabona. «Pero la inspiración la encuentro en la calle, porque el arte está en la calle», asevera, tanto en los elementos cotidianos que lo rodean, como en las personas o hechos concretos que le remueven: «Recuerdo la ilegalización de HB. Hice una escultura exterior para Villabona, porque, no es que me cabreara, es que tuve miedo de que pudieran hacer eso solo por pensar diferente. Yo me veía dentro de esa ilegalización, porque yo también pienso diferente. Ahí surgió la necesidad de hacer algo para transmitir que con la diversidad se pueden hacer cosas bellas».

Los temas sociales están latentes en la obra de Balerdi. Dice estar preocupado por el ritmo de vida frenético y la decadencia de los valores, y considera que el arte sirve, además de para transmitir esas inquietudes, para dar una respuesta a esas preguntas que le quedan por responder: «Álex Rovira, un escritor catalán, decía que el arte que no cura, no es arte. El arte es mi vida, es donde me apoyo para descansar, reconfortarme». Así, el arte le da respuestas, que él interpreta, en cada obra, como salidas. Por ejemplo, postrado frente al cuadro «Adán y Eva», que trata de las desigualdades, el autor narra que casi nunca pinta noches sin estrellas. «La noche es la ignorancia. Durante una noche oscura solo apreciamos siluetas en el paisaje. En cambio, el día te deja apreciar el color, el volumen. Para mí, una forma de simbolizar la ignorancia es la noche, pero en mis noche casi siempre hay estrellas. Hoy en día aún existen pueblos que se guían por las estrellas para encontrar el camino de retorno a casa o a donde necesiten ir. Porque siempre hay una salida, por muy oscura que nos parezca la noche».

Fuente: Gara